Viajar sola me permite reencontrarme conmigo misma
En Hazlo y viaja sola también hay sitio para ti, para que puedas compartir tu historia viajando sola y así poder ayudar a otras mujeres a atreverse a dar el paso.
Este es el caso de nuestra siguiente historia, la de Tamara, artista y escritora española que quiere compartir contigo lo que significa para ella viajar sola, y que para hacerlo, no hace falta irse muy lejos.
Te dejo con su artículo Viajar sola me permite reencontrarme conmigo misma esperando que te sirva de inspiración.
Puedes encontrar a Tamara en su blog o en su Instragram @tamaraguillenr.
Me llamo Tamara Guillén, estudio Derecho y varios idiomas, soy escritora y pintora y se podría decir que jamás me había planteado moverme tanto, ¡mucho menos, hacerlo sola!.
Hasta que me vi obligada a dar el primer paso.
Aunque soy de una pequeña localidad alicantina, siempre he pertenecido a tres lugares distintos, es por ello que desde que era una renacuaja he aprendido a adaptarme y aprender de tantos entornos distintos.
Todavía recuerdo cómo me marcó mi primer viaje sola: un retorno a casa con el carnet recién sacado, tres horas de viaje por delante y ¡un coche muy hecho polvo!.
Aunque, mi verdadero primer viaje lo considero Málaga, en 2019, la ciudad y provincia que me enamoraron. Allí me llevó un motivo y, cada vez que puedo, vuelvo.
Desde entonces, siempre voy con mi compañero de viaje: un Beagle explorador. Y, claro, después de aquello, todo fue un no parar; desde el sur hasta el norte más norte de España, pasando por grandes ciudades costeras como por pequeños pueblos interiores. Y las sensaciones, ¿cómo podría describirlas? Son, simplemente, únicas.
Cuando una se acostumbra a viajar sola, se siente plena, completa, fiel a su voz interior. Y es que no necesitas dar explicación alguna, ni tener un motivo que te lleve a hacerlo, solo te tienes a ti y a tus ideas bien claras. Bueno, a veces, yo no tengo las ideas muy claras y, aun así, me lanzo a la aventura, porque quién sabe qué ocurrirá.
Hablando de destinos, confieso, sin vergüenza alguna, que todavía no he salido de España, a excepción de la zona fronteriza francesa, la cual conocí un poco en mi última aventurilla en el Pirineo aragonés. Y no tengo prisa, ni presión de ningún tipo, porque me escucho a mí misma; hace unos años, una persona muy especial me dijo: «a veces nos vamos fuera (al extranjero) sin haber aprendido a apreciar nuestras propias raíces, nuestra propia tierra». Esa persona fue mi madre y mi voz interior me repite que la espera merece la pena. Así, gracias a ese consejo, he conocido la belleza que tiene el propio hogar, las diferentes costumbres que hay dentro de un mismo país antes de dar el siguiente paso y conocer otro. Y, de todos mis destinos ya recorridos, me llevo tantos buenos recuerdos y anécdotas graciosas, que no podría escoger mi favorito. Nunca olvidaré atravesar las amplias calles de Málaga llenas de gente, con el viento irritándome un poco los ojos y una bufanda que parecía más una manta.
En Estepona, uno de mis lugares favoritos del mundo, he pasado este año la mejor navidad que recuerdo y durante mi estancia conocí Ronda, acompañada. Tendré que escribir algo sobre este sitio, porque me llevé los pies insensibles de tanto andar y el estómago lleno de la comilona pre-caminata. Comilona, (realmente un desayuno), que tampoco me faltó en un pueblo pirenaico antes de irme a conocer más de una docena de pueblos en una mañana y recorrer (ejem, perderme) por el parque de Ordesa y Monte perdido. A mí, ni la lluvia me molesta cuando me largo por ahí; en Soria me comí una tormenta mientras comía tranquilamente en un restaurante a pie de calle. Cualquiera me entiende.
Algunas veces me pregunto por qué no me atreví antes a moverme yo sola donde quisiera, seguido, me llamo «tonta» por pensar eso. Una nunca sabe dónde la llevará la vida, qué camino tomará. Cada decisión que he tomado, me ha llevado a creer eso, y hasta el punto donde estoy ahora. Sin arrepentimientos. He tomado decisiones muy malas, otras... raras, y gracias a ellas en su día llené el depósito del coche y me fui. Para algunos soy una «loca» y se cuestionan mis decisiones y mi vida, mientras que para otros soy una «valiente» por moverme sola allá donde quiera; y yo me veo como un «culo inquieto», qué puedo decir.
Siempre va a importar más cómo se ve una misma. Lo mejor que he podido hacer es romper con mis miedos y viajar hasta cansarme, porque ese mismo acto enseña muchas cosas y muchas lecciones, pero abre la mente como ninguna otra actividad o hobby puede hacerlo.
En mi primer viaje aprendí a apreciar y apreciarme, a creer que si era capaz de cruzar gran parte del país con mi perro como única compañía, era capaz de mucho más. En mi último viaje, aprendí de la belleza de lo diferente, de aquello que igual nunca me he parado a observar, pero merece la pena. Ah, y caí rendida ante el clima frío, ¡ahora solo tengo ganas de conocer países que nunca habían entrado en mis planes por el clima! Suiza siempre había sido el primero en la lista, tengo lazos con ese país, pero ahora también quiero enamorarme de Finlandia, de Noruega, de sitios muy fríos.
A estás alturas, solo quiero ir a sitios desconocidos, quiero
absorber de otras culturas como si fuera una esponja y no descartar ningún
destino, porque puede sorprenderme como ningún otro. Y que nunca me falten ni
mi libreta ni un pincel en la maleta, ni mis ganas de ser un Correcaminos y
descubrir.