El placer de viajar sola
La necesidad de retarme a mi misma, llevarme al límite y demostrarme que podía superar, si quería, todas esas barreras que yo misma y la sociedad me ponían, me empujó a hacer mi primer gran viaje sola. Era un momento de agitación y grandes cambios a nivel personal y sentí la necesidad de hacerlo justo en ese instante así que, sin pensarlo demasiado, compré mi billete con destino Panamá.
Aún recuerdo el nudo en el estómago al subirme al avión y la adrenalina corriendo a tope en mis primeros pasos sola, callejeando Panamá City, o mi primer desplazamiento largo dentro del país en un bus de 6 horas en el que no viajaban más turistas. Pero pasados los primeros días, esos nervios o temores fueron desapareciendo y me fui sintiendo cada vez más segura. A medida que yo misma me fui soltando empezaron a llegar momentos y experiencias maravillosas.
En mi primer gran viaje sola superé mis miedos y rompí las barreras que tenía en mi mente. Gracias a eso conocí a gente preciosa, tanto turistas como locales que me abrieron las puertas de sus casa, literalmente; viví momentos de pura aventura y diversión mucho mejores de lo que podría haber imaginado; y terminé conviviendo con una familia de la etnia indígena Kuna, en una isla paradisíaca en medio del Caribe, conociendo sus costumbres y siendo un atractivo turístico (sí, yo misma) para todo el poblado que me acogió, siendo la única turista en toda la isla, como una más. Experiencias inolvidables que me habría perdido sino hubiera dejado los prejuicios y temores a un lado para lanzarme a disfrutar.
Las emociones que sentí en este viaje se convirtieron en una droga porque nunca antes me había sentido tan libre, tan poderosa y tan plenamente feliz. Disfruté de la soledad elegida y de una introspección necesaria que me ayudó a entenderme mejor y a dejarme llevar.
Desde mi viaje a Panamá en 2017, viajar sola es para mi una prioridad porque esa sensación de libertad inmensa solo la he sentido, con la misma intensidad, viajando sola otra vez.
Viajando sola soy dueña de mi destino y de cada decisión que tomo. Viajando sola no me obligo a nada, solo fluyo y hago y deshago según siento y me apetece en cada exacto momento. Al viajar sola me doy la oportunidad de compartir y saborear tiempo conmigo misma y decido cuándo, cómo y por qué comparto con los demás. Cuando viajas sola conoces gente constantemente porque vas predispuesta a ello y no juzgas, ni tienes prejuicios. Y lo más bonito es que cuando viajamos solas nos unimos entre nosotras formando una alianza super poderosa de la que solo podemos aprender.
Lo desconocido siempre nos impone respeto y esta bien tenerlo y no perderlo, siempre y cuando no te paralice porque una de las cosas que he aprendido viajando sola es que las mejores cosas de la vida están al otro lado de nuestra zona de confort y sino sales de ella, te estas negando la posibilidad de vivirlas.
Viajar sola es un aprendizaje constante y me ha servido para darme cuenta que la mayoría de los miedos están solo en nuestro interior. Hay un maravilloso mundo esperándote ahí fuera y muchas personas bonitas dispuestas a ayudar. Ser mujer no es un obstáculo por mucho que nos lo repitan. Simplemente, vivirás tu experiencia bajo tu propia realidad y dependerá de ti, en gran parte, el resultado de ésta así que solo puedo decirte que hagas un gran esfuerzo para dejar tus miedos y prejuicios en casa, mientras cargas la mochila de ganas, energía y positividad. La aventura está a tan solo un paso así que no lo dudes y lánzate también a explorar, sentir, experimentar. Yo solo puedo darme las gracias a mi misma por haberme permitido hacerlo porque hace unos años pensaba que esto estaba fuera de mi alcance y sin embargo, ahora, se ha convertido en algo adictivo y casi en la única forma que tengo de entender la palabra viajar.
By Laura Palenque
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